“Sería    inútil  pretender encajar las concepciones    orientales en los esquemas encasilladores de occidente que nos son familiares.    Hay que dejar que su carácter profundamente extraño nos revele las limitaciones    inconscientes de nuestra propia forma de enfocar los enigmas de la existencia    y el hombre”.
HEINRICH ZIMMER.
Como comienza el mito: El Mahabaratha
El    comienzo de éste     precioso y, por demás, extenso poema de amor, religión, guerra y destrucción,    no podía ser menos que una bellísima historia     entre el rey Santanu y la Diosa Ganga, la mujer que se le aparece a orillas    del Ganges mientras él está realizando una de sus cotidianas cacerías.    Él la ve a ella como una ninfa del cielo, le toma su mano y le pide que    sea su esposa, a lo que ella     responde que sabía desde el principio que     iba a ser su reina, y sólo lo aceptaría     con una condición: “Jamás te opondrás a lo que yo quiera hacer, sea lo    que fuera y cuando fuese. En el momento en que no cumplas esto, me iré de tu    lado y no regresaré jamás”... Sin embargo, el rey Santanu     no comprendió el valor de éstas palabras hasta el día en que ella dio    a luz a su primer hijo, en que él la siguió hasta el río y la vio lanzarlo a    las aguas tal y como si se estuviera deshaciendo de una carga.     
No    obstante, el rey guardó silencio. No dijo nada porque recordaba bien el juramento    que le había prometido. “El amor, dicen es ciego pero no es exactamente así:    El amor es un ojo extra con el que se ve tan solo lo que hay de bueno en el    Ser Amado, permaneciendo ciego a todas sus faltas”... dice el Mahabaratha, para    describir los sentimientos de Santanu por su esposa.
Finalmente    llegó su octavo hijo, sin embargo para su desgracia, cuando él ya no soportó    verla lanzar los siete anteriores, y perdió por completo la paciencia     comenzando a hacerle recriminaciones. Así es como ella determinó que    el final que se había anunciado debía llevarse a cabo, le abandonaría para siempre    pero le respetaría la vida a su hijo, a quién ella misma bautizó Devavrata.
Terminó    contándole que ella realmente no era mortal sino una diosa,
La    diosa a la que los dioses le habían pedido que les ayudara, puesto que habían    cometido un gran delito y de ésta manera habían sido maldecidos
por     un Yogui renunciante dueño de una hermosa vaca de quien se enamoró una    de las esposas de los dioses, y que al pedirle a su esposo que la robara para    ella, puesto que al beber de su leche ella se haría inmortal.
La    maldición del Yogui no se hizo esperar, y un Ser de su categoría espiritual,    al que le correspondía como mayor riqueza su austeridad, les maldijo para que    nacieran en el mundo de los mortales.     
Fue    de ésta manera que los dioses fueron a pedirle a La Diosa Ganga que les ayudara    porque habían perdido su origen divino, y ahora descenderían al mundo de los    Mortales. Ella se apiadó de ellos, y les prometió rescatarlos de su desgracia,    y para aliviarles de su carga, ella vino al mundo para darles a luz, y también    les liberaba no más ellos hubiesen llegado.
Conociendo    ahora la verdad, Santanu     regresó solitario a su casa, ya que ella prometió entregarle a su hijo,    quien perpetuaría el nombre de los Pandavas.
De    modo, pues, que ésta es la forma absolutamente sorpresiva como comienza el relato    más extenso de la literatura, ya que en él pueden contenerse La Odisea y La    Ilíada juntas ocho veces,... de modo que de por sí hay ya dos dificultades para    su verdadero entendimiento, la primera por extensión y la segunda por comprensión,    ya que su contenido difiere enormemente de las concepciones que se viven     en occidente, donde estamos regidos de forma tajante por el tiempo desde    el toque de campana de la Edad Media. También somos una cultura en donde se    le hace énfasis al individuo como tal, el héroe, mientras en Oriente no existe    sino el ir y devenir eterno del tiempo, el sístole-diástole incesante y perpetuo    del cosmos, en donde un morador del mundo, por más excelente, puede perder su    Dharma (virtudes), casi la palabra más exacta para comprender la escala de valores    de una cultura que ha sido la cuna de la humanidad.
El tiempo como juego de dados
Es    muy interesante saber que uno de los capítulos más importantes dentro de éste    relato mitológico, donde se apuesta a los dados entre las dos familias protagonistas    –que son en realidad primos entre sí– y que originan La Gran Guerra del Mahabaratha,    es en éste capítulo justo donde se le pone una prueba al mejor de los cinco    hermanos, al hijo del Dios Dharma que es la equidad y la justicia, para que    pierda en su debilidad a su reino, posesiones y a toda su familia, incluyendo    a     Draupadi –la esposa de los cinco hermanos– para vagar después como desposeídos    , durmiendo entre los bosques y aprendiendo oficios tales como la ganadería,    los oficios del campo, o la danza –en el caso del famoso arquero Arjuna, el    ambidiestro en el manejo de su arco, quien fue maldecido por una mujer     al enamorarse de su belleza y no ser correspondida– así que éste es el    capítulo que puede mostrar claramente que es a través de ese mismo “lance de    dados” de donde proviene toda la fascinante sabiduría que encarna la visión    matemática acerca de los YUGAS.
En    la India se usa el juego de los dados en cuatro lances, que han sido llamados    así:     KRTA, TRETA, DUAPARA y KALI. Estos nombres son los mismos que tienen    las cuatro edades en que se divide una Maha Yuga: Edad de Oro, Edad de Plata,    Edad de Cobre, Edad de Hierro; tomando el nombre de los metales para darles    significación de pureza y valor, lo que se equipara a Dharma     (que en realidad es una palabra con diferentes significados a la vez,    pero que en éste caso puede ser tomada como deber o virtud, para la semejanza    con la pureza de éstos metales).
KRTA    es el participio pasado del verbo Kr, que significa “hecho, realizado, ejecutado,    perfecto”. Las cuatro estaciones, los cuatro puntos cardinales, lo cuadrado,    lo perfeccionado, todo lo perfectamente dotado posee     sus cuatro lados. Tal es así, que el Krta Yuga o también conocido como    Sat Yuga, es la Edad de Oro, la edad de la perfección, de lo perfectamente realizado    o ejecutado. Aquí el Dharma, la virtud divina está en su apogeo, está firmemente    asentada sobre sus cuatro patas como una vaca sagrada, o sea al 100%. Durante    ésta edad los hombres NACEN virtuosos.     Al respecto, Rusell Perkins dice:
“La    Edad de la Verdad o Edad de Oro, la primera de ellas y la más larga del MAHAYUGA,    el día de Brahma, el ciclo de los cuatro yugas. Según la tradición hindú, el    Sat yuga tuvo una duración de 1.728.000 años y la gente de aquella época vivía    un promedio de cien mil años. La forma de vida en éstas condiciones no es fácilmente    comprensible, pero ésta perspectiva del universo puede asemejarse para su comprensión    a un reloj de cuerda que funciona con su máxima eficiencia cuando está recién    puesto y luego, gradualmente, va desactivándose a medida que se le acaba la    cuerda”.
El    TRETA YUGA, o Edad de Plata es el lance de dados del tres. Ahora el ser humano    de esta edad está sustentado solamente por tres cuartas partes de su Dharma    inicial, lo que significa que ha perdido un cuarto de su virtud. Esta edad tuvo    una duración de 1.296.000 años, y la gente vivía hasta los diez mil años. Fue    en ésta Edad de Plata en que el Señor Vishnú encarnó en la forma del Señor Rama    y se sucedió la epopeya del Ramayana, escrita posteriormente por el Maestro    Tulsidas Ji.
En    el DUAPARA YUGA, su nombre proviene de dvi, dva, dvau que significa dos (el    latín dice duo), ya comienza a perderse la noción de virtud inicial, sólo se    sostiene sobre DOS de sus lados. En ésta Edad de Cobre que tuvo una duración    de 864.000 años, donde la gente tenía una duración de mil años, es cuando     el Señor Vishnú encarnó en el Señor Krishna, y aquella época sucumbió    en la Gran Guerra Final del Mahabaratha en el año 3.200 antes de Cristo.     
La    Edad de Hierro o KALI YUGA, nuestra edad actual, subsiste solamente el 25% de    la fuerza del Dharma. Según Zimmer, KALI viene de la palabra sánscrita KAL-ALAHA    que significa guerra, aunque Kali Yuga se referiría en otras escrituras a Kal    Niranjan, el Poder Negativo, la Edad de Kal.
Esta    edad comenzó en el     3200 a. C. y tendrá una duración de 432.000 años (según lo enuncian las    escrituras hindúes) y la gente puede llamarse afortunada si llega a alcanzar    siquiera los cien años de vida.
De    modo que puede verse cómo el tiempo para los hindúes se va comprimiendo, cada    yuga es a su vez más y más corta, hasta alcanzar la disolución de la materia    como resultado de ésta compresión del espacio-tiempo.
La segunda boda
Pero    volvamos al relato del Mahabaratha, íbamos en que Santanu regresaba a su casa    solitario y que Ganga se quedaba con su valeroso guerrero hijo único. Un día,    después de dieciséis años de soledad y tristeza, Santanu sale a encontrar consuelo    cazando a orillas del río Ganges –actividad que le había dado la felicidad de    encontrar a Ganga alguna vez– cuando repentinamente vio que el río estaba detenido,    y se acercó para mirar el fenómeno. Notó en su quietud que había una hilera    de flechas clavadas en éste, una al lado de la otra, de forma que ninguna gota    de agua pasara a través. De repente, se dio cuenta que no estaba solo: Ganga    estaba parada a su lado, y misteriosamente el río comenzó a fluir de nuevo.
Luego    un joven muy bello saltó corriendo y gritando, estaba feliz porque      había detenido el curso normal del agua. La madre le entregó a su hijo    al rey Santanu antes de marcharse, y el rey regresó a Hastinapura acompañado.
El    rey vivió felizmente con su hijo hasta que un día, a las orillas del Yamuna,    persiguiendo un delicioso aroma, encontró una bella mujer, a la que le pidió    que fuera su esposa, con tan mala suerte que tenía un padre bastante astuto    y, al enterarse que era precisamente un rey, le dijo que le entregaba a su hija    si él cumplía en que su primogénito fuera el único sucesor . Salió hacia su    casa sabiendo lo imposible que era para él romper su promesa con Ganga de que    su hijo Devavrata fuese el único en heredar el trono, pero entró en honda depresión.    Su hijo, al verlo pasar los días en tristeza, averiguó toda la verdad sobre    la hija del pescador y fue a ver al padre de ésta, para hacerle la promesa que    él jamás se desposaría, y que renunciaba al trono de Hastinapura: “BHISMA, BHISMA”,    resonó en los planos internos, lo cual quería decir “AQUÉL QUE HACE UN TERRIBLE    VOTO Y LO CUMPLE”. El es el anciano Bhisma, el más sabio y quien es el soporte    de los Kurus en toda la historia del Mahabaratha.
El    padre de Devavrata quedó tan complacido con su hijo, de verle hermoso y capaz    de cumplir con un voto tan duro para él, que le dio como ofrenda un don especial:    El podría abandonar el cuerpo a voluntad. En el momento en que él quisiera podría    simplemente desear morir y se le haría realidad.     Luego de la boda de Santanu y la hija del pescador, que vivieran felices    por muchos años, él murió dejándole dos hijos, de los cuales uno murió en el    campo de batalla enfrentando a un dios, a lo que Bhisma no tuvo remedio en nombrar    a su hermano medio menor como nuevo sucesor al trono, más como era éste tan    joven, le tocó de todas maneras ser rey regente, un rey sin corona.
Llegada    la hora de casar a su hermano menor con alguna bella dama, cuando conoce Bhisma    de la     fiesta para acoger los varones que deseen a unas princesas de un reino    vecino, entra para raptar a las tres princesas que están presidiéndola y las    monta a la fuerza sobre su carroza, no sin antes pelearse fieramente con el    rey Salva, un rey de quien una de ellas ya se había enamorado – según la tradición    hindú, ella coloca sobre su cabeza una corona de flores, y así escoge a su consorte–    lo que estaba haciendo una de las princesas, llamada Amba.
Cuando    entró el guerrero a llevarse a las princesas, Amba se queja ante Bhisma de que    ella ya había tomado por esposo al rey Salva, y que es él ahora quien debe casarse    con ella, a lo que él responde que si ella ya estaba unida a ese rey, debía    ir a su presencia. Se va de regreso a su reino y le dice a su rey que ella es    de su pertenencia, ya que ella es su esposa, pero el rey Salva le contesta que    debe irse por el mismo camino por donde llegó ya que el rey no anda por ahí    recogiéndole las sobras a su enemigo, y se burla de ella y la avergüenza.
Amba    jamás le perdona a Bhisma haberle amargado su vida entera, ya que ahora debería    permanecer soltera. Trata de persuadir a Bhisma a través de su Maestro , y lo    único que logra es que ellos se enfrenten en el campo de batalla –ya que Bhisma    prefiere pelearse con su Maestro a ser maldecido por él– durante tres incesantes    días, en donde Bhisma queda tentado de lanzar un Astra –un poder sobrenatural    que destruiría el planeta– pero los dioses Narada y Rudra lo detienen y le hacen    entrar en razón para que baje su cabeza ante su Maestro, “Bhisma, detén esa    lucha. No envíes el Astra. Tú no eres quien ha de destruir el mundo, otro lo    hará”. El accede a no pelear más, y ambos se van abrazados, quedando Amba sin    quien le salvara su honor.
Amba    había realizado muchas austeridades, se había internado en el bosque para hacer    prácticas con el único fin de ver con ellas algún día muerto al rey Bhisma.    Es así que se le aparece un gran Dios y le dice: “No te apenes, hija mía, pues    en tu próxima vida tú misma matarás a Bhisma”.
De    ésta manera se hace ella SATI, es decir, hace una hoguera y se quema en ella,    todo con el fin de nacer de nuevo. Y es así, ella nace en la forma de una bella    mujer y como nada más y nada menos que hermana de Draupadi, o sea, hija del    rey Drupada, que como continuó con sus austeridades, una deidad le regaló la    posibilidad de cambiarse de sexo, y así lo hizo, ahora era un guerrero muy fuerte    llamado Sikhandi, aún guardando el odio por Bhisma como un fuego que no se extingue    con la muerte.
Mientras    esto sucedía, Bhisma veía morir a su hermano medio menor de una enfermedad y    empieza a ver que la dinastía se va a quedar sin un sucesor, ya que él no rompía    su voto. Su madre por fin, entre los afanes de encontrar a un heredero al trono,    le cuenta toda la verdad sobre ella y le dice que antes de haberse casado con    el rey Santanu, ella había tenido un amor del cual le había quedado un hijo,    que sólo era cuestión de proponerle a él que se uniera con las dos reinas hermanas    de Amba. Este hombre era nada más y nada menos que el Rishi Vyasa, varón de    alta espiritualidad aunque no de muy buena presentación física, parecía un “intocable”,    lo que en India se denomina “Hombre de baja casta”.
Ellos    van a buscarlo a un bosque, y le hacen la propuesta de que sea el padre de los    hijos de las princesas, a lo que él accede, “tú eres mi madre, y haré cualquier    cosa que me ordenes”.
La    madre trata de persuadir a las princesas para que no rechacen al Rishi debido    a su aspecto “desagradable y a su piel oscura”, pero sucedió que una de ellas,    Ambika, no quiso abrir los ojos mientras estaban en el momento de la concepción,    luego el niño nació ciego. Entonces se intentó de nuevo con Ambalika, pero ella    se asustó muchísimo, tanto, que al rayar la luz del día y salir el Rishi de    su habitación, le dijo a la madre de Bhisma que todo había salido muy bien,    excepto por el susto de la princesa que al instante de engendrar estaba tan    pálida como la Luna, de modo que su hijo nacería dulce y bello, pero de piel    muy blanca. Este es el famoso rey Pandu, el rey padre de los Pandavas; porque    Pandava significa “Hijo de Pandu”. El otro es el temible tío Dritharashtra,    ciego de nacimiento, que sería aquél que llevaría a cabo la destrucción de toda    una edad, La Edad de Cobre, por no haber sacrificado al más envidioso de los    primos de éstos cinco héroes, el señor Duryodana, quien con su envidia, argucias    y codicias le roba el trono a los legítimos, Arjuna, Yudisthira, Bhimasena,    Nakula y Shadeva,
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