martes, 11 de diciembre de 2007

El toro de Mithra


Todavía existen en Occidente numerosas fiestas populares que son reminiscencias de los taurobolios que los legionarios romanos celebraban en honor de Mithra, un antiquísimo dios de origen persa. Del culto mistérico que se le rendía, y que se extendió como la pólvora por todos los dominios del Imperio, especialmente entre el estamento militar, llegó a decir el filósofo francés Ernest Renan: "Si el Cristianismo hubiera sido detenido en su desarrollo por alguna enfermedad mortal, el mundo habría sido mithraísta.

Mithra fue una divinidad nacida de una roca que luego hendió con sus flechas, abriendo en la peña la caverna sagrada y liberando el agua lustral que manó de ella. Después de peregrinar por un mundo que estaba aún en formación, apresó al toro primordial creado por Ahura-Mazda, cuya cola estaba compuesta por tres espigas, lo arrastró a la caverna y lo sacrificó. El perro le lamió la sangre, que era el alma universal que se le escapaba por la herida, y la serpiente devoró su médula, mientras el escorpión trataba de evitar que se le vertiera el semen para que no se engendrara la vida a partir de él. De la tierra bañada por la sangre del toro nació la vid, de la médula el resto del mundo vegetal y del esperma todos los seres animados, incluidos los humanos.

Haz clic para ampliarLas representaciones de Mithra, tocado con un gorro frigio y en el acto de dar muerte al toro (Taurobolio), estaban presentes en los mitreos, donde se reunían sus adeptos y tenían lugar las iniciaciones. Junto a él aparecían las figuras de Cautes y Cautopates, seres gemelos que representaban al mismo dios en su doble aspecto de Sol que nace y muere cada día y de astro que atraviesa los cielos en su ciclo anual. En sus paredes se representaban también el Sol, la Luna, los doce signos zodiacales, los vientos, las estaciones y los siete planetas, a través de los cuales Mithra conduciría a los muertos para que fueran despojándose en cada uno de ellos de los rasgos que adquirieron en su camino de ida a la Tierra cuando tuvo lugar su nacimiento. Y a lo largo del recinto había un banco reservado para los fieles donde se celebraban en privado los ritos de iniciación y donde tenían lugar los ágapes, compuestos de pan y agua, que suponían la participación de los elegidos en la eucaristía sagrada que les identificaría con la sacralidad esencial de la que se hacían partícipes a través del proceso iniciático.

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