martes, 11 de diciembre de 2007

Enigmas de Venus 2

Pero . . . ironías del destino.

Uno de los que más negaba su existencia, uno de los más enérgicos detractores de la idea, el astrónomo Jaques Monte, fue quien reportó dos años después, en 1761 que había podido observarla.

Jaques Monte era un prestigioso investigador miembro de la SOCIEDAD LIMOTH quien ya en esa fecha había alcanzado renombre mundial por su descubrimiento de un cometa. El aseguró haber podido observar la Luna de Venus durante los dias 3, 4, 7 y 11 del mes de marzo de ese año 1761; sus descripciones son totalmente coincidentes con las que también realizó el alemán Joseph Louis Lacrach (que muy poco después llegaría a ser Director de la Academia de Ciencias de Berlín) el cual encontrándose en Marsella durante los dias 10, 11 y 12 de febrero de ese año también creyó haber descubierto la Luna de Venus.

Como puede apreciarse, si bien los testimonios son muy aislados en el tiempo son acreedores de toda nuestra credibilidad por ccuanto provienen de personas de amplio prestigio científico y ademas, lo que es aún más importante, muy familiarizadas con la observación directa del firmamento.

En este mismo mes de marzo de 1761 el ilustre astrónomo francés Montfarron De Augeat aseguró haber podido estudiar con su telescopio la Luna de Venus durante los dias 15, 18 y 29.

Tres meses más tarde y en el período comprendido entre junio y agosto el astrónomo Rob Joe informó desde Copenhague haber podido realizar ocho observaciones de la misteriosa Luna de Venus.

Con todos estos elementos en la mano Federico El Grande, Rey de Prusia, creyó conveniente declarar OFICIALMENTE DESCUBIERTA la Luna de Venus a la cual le puso el nombre del sabio francés D’Alembert.

Descubierta y bautizada . . . pasaron 7 años sin que astrónomo alguno pudiera verla hasta que al fin Fische Jorebum anunció también desde Copenhague que no sólo la habia visto sino que la había podido estudiar minuciosamente.

Después de esto . . . la Luna de Venus no pudo volver a ser vista durante CIEN AÑOS ! hasta que, al fin, en 1886 el astrónomo Pousó la encontró de nuevo estudiándola durante siete dias consecutivos. Eufórico Pouzó quizo tener para él todo el mérito del descubrimiento y hasta la bautizó con el nombre de MEIN (que es la Diosa Egipcia del Aprendizaje).

Seis años más tarde el astrónomo norteamericano Edward Eleson Dalmer aseguró haber podido observar el 13 de agosto de 1892 un objeto de magnitud 7 muy cerca de Venus. No es ocioso aclarar que el profesor Dalmer tiene un alto ccalibre científico; él fue el descubridor de la quinta Luna de Júpiter y de una estrella en la Constelación de Ofiuco que hoy lleva su nombre.

Y . . . esta fue la última vez que pudo ser vista la huidiza Luna de Venus. Los esfuerzos de los investigadores contemporáneos han resultado infructuosos en su búsqueda. Los modernos telescopios y radiotelescopios colocados en órbitas circunterrestres tampoco han arrojado luz sobre el tema. Incluso las naves automáticas que han llegado hasta Venus nada tienen que decirnos sobre la misteriosa Luna.

No podemos abrigar dudas sobre la veracidad y objetividad de los tantos reportes de observación ya que provienen de eminentes investigadores de talla mundial que han sido a su vez descubridores de otros cuerpos celestes.

Entonces . . . La Luna de Venus . . .

¿Existió y ya no existe?

¿Qué le paso?

¿De qué modo se destruyó o desapareció?

Y si desaparecio de su órbita alrededor de Venus . . . ¿Para dónde se fue?

Supongamos por último que la Luna de Venus nunca existió, que lo que fue visto tantas veces junto a Venus no era propiamente una Luna que le perteneciera . . .

Entonces . . .

¿Qué era aquel enorme cuerpo que pudo ser tan bien estudiado en múltiples ocasiones por científicos de indiscutible credibilidad?

Y es aqui, en las posibles respuestas a esta pregunta anterior que entran a jugar su papel los entusiastas ufólogos que se aventuran a conjeturar que pudo haberse tratado de una enorme nave nodriza o plataforma espacial que estuvo realizando en diferentes épocas estudios sobre el planeta Venus.

Un buen enigma que las actuales y futuras generaciones de astrónomos deberán dilucidar.

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